Una de las últimas noticias que di antes del gran parón fue la contratación de un nuevo equipo artístico para Astonishing X-Men. Y debo decir que me sorprendió un poco porque, si había algo parecido al cómic de autor dentro de Marvel, era precisamente esa. Pero claro, mis ganas de ver el resultado echando mano de mi mente abierta han conseguido que me ponga sin dudarlo con el tercer volumen.
Astonishing X-Men no es una serie más, es la serie 'all-star', lo mejor de lo mejor. Y no me refiero sólo a los personajes que componen el roster mutante: Bestia, Cíclope, Lobezno, Tormenta, Emma Frost y la última incorporacion, Armadura. Sino también a los autores elegidos para mantener en movimiento la serie, iniciándose en este volumen Warren Ellis y Simone Bianchi. ¿Quién mejor que la mente detrás de The Planetary y Authority para sustituir a Joss Whedon?
La argumento comienza de forma algo distinta a la que estamos acostumbrados con el equipo de Cíclope. El origen de todos los problemas viene desde una petición de ayuda de la Policía de San Francisco para que le ayuden en un caso que aparentemente tiene algo que ver con la Patrulla-X. A través de este cauce tan poco usado anteriormente, somos transportados a una aventura en la que ningún villano de su extensa mitología se encuentra al final.
Porque sí, Ellis se encuentra valiente y arriesgado y se juega todas las cartas a una peripecia interdimensional. Recurso respetable, por supuesto, pero parece algo más típico de los autores sin mucho peso ni margen de actuación que a alguien a quien le han dado las llaves de todo el universo-X. Lo que sí es agradable es que vuelva a prestar la atención sobre un personaje bastante castigado por el tiempo: Forja. No deja indiferente la forma en la que lo trata, tratándolo además con coherencia teniendo en cuenta la progresión que ha ido teniendo.
El estilo de Ellis es a lo que nos tiene acostumbrando, con la mordiente y el cinismo por bandera; con esos personajes a punto de decir una palabrota que nunca llega. El escritor inglés hace lo mejor que puede hacer: no ir con pies de plomo. Hace suya la cabecera desde el primer momento en pos de que no parezca un extraño que ha acabado aquí por alguna fuerza desconocida del cosmos.
Si Whedon nos acostumbraba a silencios de vez en cuando, llenando la atmósfera con una narrativa especial, con Ellis tenemos todo lo contrario. Aprovecha la aparición 'en cuadro' de cada personaje para perfilar su personalidad, ya sea diciendo frases significativas o puramente triviales. Aún así, como bien apunta Julián Clemente en la página final, no termina de profundizar en sus personalidades, yendo a rebufo de la acción.
Las composiciones de Bianchi son muy difíciles de comparar con otro artista, tremendamente preciosistas y juguetonas. Se recrea tanto con las figuras como con la maquetación de la página, tendiendo a la profusión, que no al exceso. No veremos aquí las típicas cuatro viñetas separadas secuencialmente ya que apuesta por combinar 'primeros planos' con otros más generales de cuerpo entero. Esto, evidentemente, da mucho más dinamismo al conjunto aunque que agrade más o menos es cuestión de gustos, por supuesto. El tono minimalista que Cassaday otorgaba a la serie, era una muestra de elegancia y sofisticación casi inalcanzable. De ahí que, sabiendo eso. Bianchi se haga fuerte en sus puntos más talentosos.
Claro, que tanto gusto por el detallismo extremo acabó pasando factura, llevando al dibujante a fallar en las fechas de entrega y retrasar la colección. Desde Marvel intentaron paliarlo sacando una miniserie complementaria (?) llamando a autores en su excelsa agenda como Alan Davis, Adi Granov, Clayton Crain y Kaare Andrews para llenar el espacio que Bianchi había provocado. Funciona como parche pero poco más. Al no tener nada que ver los estilos de los sustitutos, se resiente la continuidad artística que venía siguiendo la colección. Tal es la desconexión, que hay que agradecer que el italiano acabase regresando para terminar lo que empezó.
No quiero dejar pasar el rediseño de los personajes por su parte, dejando de lado los diseños más clásicos de Cassaday para llenarlo todo de motivos dorados. Si Klimt siguiese vivo y fuese un lector de cómics, estaría más que orgulloso. Llama la atención sobre todo el traje de Tormenta, que muestra su compleja situación en ese momento. Por un lado, tiene claras referencias africanas por su matrimonio por Pantera Negra; y por el otro tiene un aire ochentero que conecta con su pasado. A través de sus bocetos, también vemos que retocó el aspecto de Coloso, entrando por lo grande en el mundo biónico de la alta tecnología. En el caso de Piotr Rasputin, entre dichos cambios, sus colores y que todo su cuerpo sea de acero, se acerca más a Iron Man que a cualquier otro de sus compañeros de aventuras. El mismo dibujante comenta que los uniformes tienen reminiscencias de Moebius, por lo que habrá que perdonarle estas licencias, ¿no?
Pero volviendo a lo importante para cerrar esta reseña, hay que reconocer que Ellis no se encuentra en óptimas condiciones. El planteamiento y el desarrollo de la acción se los toma con calma, fluyendo bien los acontecimientos. Incluso se permite crear una nueva área en el mundo Marvel que seguro veremos más adelante con él u otros autores. Pero es en la finalización dónde se encuentra algo dubitativo y cierra el arco de una forma algo facilona y precipitada.
Lógicamente, un guionista de su talla tiene todo el crédito del mundo, y si tuviera que apostar por los siguientes números, seguro que va a mejorar este inicio que ya de por sí está bastante bien. Si no le habéis dado una oportunidad, yo no me lo pensaría dos veces. No es Whedon, pero eso debería ser lo último que importase.
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