lunes, marzo 21, 2022

El Diablo está en los detalles. Daredevil de Mark Waid y Marcos Martín

Había que subirse al tren. Había que aprovechar la reedición de Panini en el sello Marvel Saga del Daredevil de Mark Waid, Paolo Rivera y Marcos Martín. Tiempo atrás quedaron las viñetas en las que Matt Murdock sonreía a una vida que le iba más o menos bien. Aquel fue el cuernecitos con el que crecí gracias a la Biblioteca Marvel de la Línea Excelsior de Fórum. Una edición en blanco y negro para un personaje que rezumaba alegría y color. Un justiciero adulto que todavía no se había adentrado en la oscuridad a la que le sometería Frank Miller en los años 80.

Son precisamente las etapas más livianas de Roy Thomas, Gerry Conway, Wally Wood o Gene Colan las que Waid toma como referencia en un giro novedoso y astuto. El éxito de crítica y público del Born Again de Miller había provocado que nuestro abogado favorito se convirtiera periódicamente en el punching ball de todo aquel guionista que pululase por la Casa de las Ideas dispuesto a descuartizar a Murdock en pos de reinventarlo una y otra vez cual Prometeo encadenado. El héroe de la Cocina del Infierno se merecía una tregua.

Y qué mejor elección de dibujantes para un Daredevil risueño y marcadamente pulp que el estadounidense Paolo Rivera y el español Marcos Martín. Ambos con un estilo que aúna ecos de la Silver Age con una narrativa ingeniosa. Vuelve la musicalidad. Vuelve el estilo cool. Por supuesto que Matt escucha Chet Baker en su apartamento (Daredevil vol3 #5 USA)... ¿Cómo no iba a hacerlo?



Un primer tomo, en definitiva, que se degusta como se degustan las notas melódicas y tranquilas de Baker. El invierno queda atrás y estrenamos la primavera, ¡celebrémoslo con una rara canción a capella del trompetista tras el salto!

domingo, marzo 06, 2022

El Diablo está en los detalles. Caballero Luna de Moench y Sienkiewicz (y II)

Qué malo es el ego cuando se mete por medio en decisiones editoriales. Sobre todo cuando nos impide contemplar cómo hubieran continuado ciertos personajes e historias bajo los designios de sus autores. Porque no por sabida deja de ser sorprendente la forma en la que Bill Sienkiewicz primero, y Doug Moench después, abandonan la colección del Caballero Luna en particular y Marvel en general.



Recapitulemos: en 1982 el editor en jefe Jim Shooter quería llevar a cabo un "Big Bang" con el que matar a las principales figuras de la editorial y sustituirlas con versiones modernizadas de los mismos; idea que se acabó llevando a cabo unos años después, aunque de manera menos traumática. Algunos guionistas del Bullpen marvelita se erigieron en armas contra Shooter por tener que liquidar fulminantemente a sus personajes, siendo Moench el más beligerante al escribir Thor, Shang-Chi y el Caballero Luna.

Ante la imposibilidad de que los editores adjuntos Ralph Macchio y Mark Gruenwald convencieran a Shooter, el guionista decidió abandonar Marvel tras ocho años de trabajo impecable. No fue el único, ya que cuando Sienkiewicz se enteró, siguió los pasos de Moench. Aunque el dibujante volvería a la compañía antes que su compañero, ya que al año siguiente se encargaría de los lápices de los Nuevos Mutantes, relevando a Sal Buscema.

La serie se quedaba así huérfana de este tándem insustituible. Durante páginas y páginas el lector era testigo de la evolución de uno a los guiones y el otro al dibujo, apuntalando, no sin titubeos, el contexto complejo del vigilante. Porque sí, el Caballero Luna es mucho más que "el Batman de Marvel" como suele reducirse al absurdo.



Sienkiewicz se despediría de la serie (Moench lo postergaría tres números más) en la que pulió su estilo personal de una manera maravillosa: cerrando la trama de Jack Russell, aka el Hombre Lobo, con dos páginas de esas que permanecen en la retina largo tiempo. Pura ambrosía.