Para desquitarme del mal sabor que me dejó
la nueva encarnación de Los Thunderbolts, hice una apuesta segura
que sabía que difícilmente podía decepcionarme: el Ojo de Halcón
de Matt Fraction y David Ajá (con ayuda de Javier Pulido). Después
de su gran trabajo conjunto en El Inmortal Puño de Hierro, en Marvel
fueron lo suficientemente listos como para darles un nuevo proyecto
en el que desarrollar sus talentos, que no son pocos.
Y ojo, que está muy lejos de ser un proyecto es un proyecto sin importancia. Sino todo lo contrario, un encargo bastante interesante: las nuevas aventuras de Clint
Barton, Ojo de Halcón. Personaje que, impulsado por la nueva película
de Los Vengadores (aunque ya había salido antes en Thor), tuvo un
cambio de disfraz. Para un hombre que había sido Goliath y Ronin, no
es algo nuevo, pero esta vez viene acompañado de unas ganas
de seguir contando sus historias en solitario. Y ahí es dónde
entran en acción Fraction y Ajá, ¡y de qué manera!
Aunque antes de empezar manos a la
obra, es oportuno recordar los anteriores volúmenes del personaje,
escritos por Jim McCann. El cual empezó muy bien, con la reunión de Ojo de
Halcón y Pájaro Burlón después de Invasión Secreta que acabaría
desembocando en su propia miniserie titulada Fantasmas, enmarcada
dentro del meollo de la Edad Heroica. Unos cómics con una gran carga emocional en el guión y un dibujo espléndido de los también españoles David y Álvaro
López. Una lectura completamente recomendada.
Luego, tras la separación de Bobbi y
Morse, vino otra serie limitada de nombre Ojo de Halcón: Punto
Ciego. En ella McCann ya se lió la manta a la cabeza y, mientras
nuestro héroe tiene que lidiar con una ceguera imparable, resucita
al hermano de Clint, Barney, que adopta la identidad del mentor de
ambos, Flecha Trucada. Aunque el guionista lo justifica diciendo que
en verdad no estaba muerto, sino moribundo y rescatado sin que nadie
lo supiese. Una jugada de manual, vamos. Nos encontramos así con una
historia precipitada en exceso, probablemente conformando demasiado drama a
desarrollar en sólo cuatro números o porqué Barney Barton era un
símbolo intocable que definía quién era Ojo de Halcón.
Tomando esos tomos como prólogo, centrémonos en el
volumen que nos ocupa: el que recoge los primeros números
del cuarto volumen americano de Hawkeye. ¿Qué se tiene en cuenta de todo lo dicho hasta ahora? Pues únicamente que Clint ya no tiene
problemas financieros, pues el dinero proveniente de las empresas de
su hermano, ha sido otorgado a él. Aunque no os preocupéis, esto no tiene ningún peso en la historia y sigue siendo el chico sencillo que a todos nos gusta.
En esa línea, se
conforma con vivir un apartamento en una zona humilde de Nueva York, siendo visitado regularmente por un sidekick que le ayuda a salir de todos los líos en los que se mete.
En este punto tenemos que sacarnos el sombrero ante la inclusión de
Kate Bishop en la dinámica de la colección de Fraction. La
integrante de los Jóvenes Vengadores resulta el contrapunto perfecto
para nuestro protagonista masculino, haciendo réplicas mordaces e
ingeniosas sin que ello signifique una tensión sexual por resolver,
al menos no una tensión por ambas partes. Un soplo de aire
fresco bien resuelto, ya que ese podría haber sido uno de los puntos
cojos de la serie, al volar Pajaro Burlón por su propio
camino.
No es casualidad que sólo veamos a Ojo
de Halcón con su nuevo uniforme en las primeras páginas y no lo
volvamos a ver hasta el episodio 6, un número autoconclusivo que es
una verdadera delicia narrativa y visual. No es que no haya acción,
que la hay para dar y tomar, sino que nos encontramos al Clint Barton
más personal e independiente. Ya sea para enfrentarse a un grupo de
mafiosos rusos que no paran de amedrentar a sus vecinos, como para
salvar los muebles en una situación de contraespionaje
internacional, cualquier atuendo le sirve. Se nota que ya no usa
máscara, sino unas gafas bastante estilosas que enseñan su cara a
todo el mundo. Normal que, aunque intente negárselo a las personas de
la comunidad de vecinos, estos sean completamente conscientes de su identidad como Vengador.
Pero no sólo el nuevo traje (cuando lo
lleva) es minimalista, sino que Fraction ha sabido exportar esto a las
páginas de este cuarto volumen. No echa mano de grandes desafíos o asuntos peliagudos del pasado para formar una trama fuerte
e interesante. Lo que juega también a favor de los nuevos lectores
que se acercan a este tomo atraídos por el personaje o por el
singular dibujo. Esto último, complicado de encontrar en otras publicaciones de la
Casa de las Ideas.
Y es que, cumpliendo todas las expectativas, David Ajá saca de nuevo sus lápices para brillar con luz propia. Me faltan -y a la vez me sobran- los adjetivos para hablar de la obra de
este español que ya dejó hace tiempo de de ser una joven promesa para ir
convirtiéndose poco a poco en un artista consolidado. Su manera secuencial de
plasmar el sucio y dinámico Nueva York a pie de calle, le da el
toque urbanita que el título está pidiendo a gritos. No es de extrañar que Ajá no pare de lograr premios Eisner, puesto que su arte es de lo mejor que se puede encontrar
gráficamente estos días.
Pero es que, somos tan afortunados que, cuando Ajá no ejerce, lo hace Javier Pulido.
Que aunque tenga un estilo más clásico, resulta igualmente de
disfrutable sin hacer peligrar la narración en ningún momento. Al contrario, la potencia todavía más.
Sí amigos, tenemos aquí a una de las mejores
series de los últimos años. Destinada a todo aquel que guste del
cómic en su vertiente más sofisticada y alejada de clichés
repetidos hasta la saciedad. Habrá que dar gracias también porque en Marvel no hayan pecado de cortoplacistas y les permitan continuar en esta colección hasta ahora.
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