viernes, agosto 01, 2014

Cómics forasteros: Superman vs. Muhammad Ali

Llegó la hora de hablar de Superman. El superhéroe por antonomasia. El personaje que si hubiera sido creado por Marvel, en lugar de por DC, hubiera sido pieza incuestionable de este blog desde su comienzo. Pero no fue así, y yo le mantuve relativamente apartado todo este tiempo de mis lecturas simplemente por un caso de límites editoriales. No digo que me arrepienta, porque en su momento ya tenía suficiente con los cientos de héroes y villanos que maneja Marvel. Pero sí que ya me estaban entrando ganas de sumergirme en uno de los mayores (sino el mayor) icono de nuestros tiempos.

Lo que sí he tratado de evitar es empezar por su serie regular ya que, después de tantos reboots y cambios de continuidad en DC, me iba a ser difícil no meter la pata. Por eso empiezo con este simpático proyecto, Superman vs Muhammad Ali, alejado del peso de tantas versiones de historias sobre Clark Kent.

A nadie se le escapa que esta obra nace del marketing puro y duro. ¿Pero quién dijo que no se pueden hacer proyectos innovadores e interesantes amparados en una gran industria? Marvel también hizo su jugada años después cuando se alíó con Mattel para crear una gran historia que marcaría un antes y un después: Secret War.

Pero hablemos de este curioso encuentro que acabó convirtiéndose en una referencia de la cultura pop, Superman vs. Muhammad Alí por Danny O'Neal y Neal Adams. La idea sirvió para volver a poner los focos en la figura del boxeador, cuya carrera, con 36 años, se encontraba ya en declive y generaba más controversia por sus acciones fuera del ring que admiración por lo que hiciera dentro. A DC en la década de los 70 tampoco le iba muy bien, estaba estancada en comparación al universo Marvel que no paraba de extenderse y ganar adeptos. Nos encontramos entonces ante un Win-Win de manual.

La premisa es simple y de introducción rápida: Una raza extraterrestre quiere conquistar la Tierra pero en vez de batallando, prefiere hacerlo con un combate de boxeo entre los campeones de cada planeta. Como Muhammad y Superman no se ponen de acuerdo sobre quién representara al mundo, pelearán entre ellos para dictaminarlo. La justificación para que una contienda tan desigual pueda llevarse a cabo es que lucharán en un planeta cuya constelación tiene un planeta rojo, lo que inhibe los poderes de Kal-El. Un poco pillada por los pelos, correcto, pero cualquier triquiñuela sirve para poder presenciar este choque.

Y rodeado de lo mejor de este mundo y lo mejor de otros mundos, ¿quién coge la responsabilidad de ser el narrador de la pelea? Pues Jimmy Olsen. Una decisión muy acertada para uno de los mayores contrapuntos cómicos que tiene DC. Aunque después de tener en su curriculum el haberse encargado de un evento intergaláctico tan importante, sea difícil de entender cómo acabó su carrera profesional tan estancada siguiendo siendo el ayudante/recadero de Clark y Lois. ¡Debería haber tenido decenas de ofertas de civilizaciones a través de todo el universo!

Sus divertidas ocurrencias tocan techo cuando tiene que explicar por qué Superman pelea con su uniforme: "Para la mayoría de seres que están hoy aquí, los terrícolas son todos exactamente iguales. No hacen distinción alguna entre los hombres". Algo que parece tan extraño, una vez pensado tiene una lógica aplastante. Lo que yo os diga, Olsen es la gran esperanza blanca.

En un cómic de Superman tampoco podía faltar su jefe en el Daily Planet, Perry White. El cual, puro en boca, deja el periódico apartado por un momento para aconsejar en la esquina del cuadrilátero al superhéroe del rizo.

¿La pelea? Pues paradójicamente, casi le queda el lugar de anécdota dentro de la anécdota si no fuera por el gran trabajo gráfico de Neal Adams. Aunque habría que resaltar el severo correctivo que se lleva el Superman sin poderes del boxeador de Kentucky. Tan desnivelada está la pelea que Lois teme por la vida del superhéroe, "el hombre que amo va a morir delante de mis ojos y nadie va a hacer nada por él". Es lo suyo, el cómic no sería cómic si no tuviera una pizca de dramatismo.

Alí, por respeto, no le da el golpe definitivo, dejando que Superman caiga a la lona él solo. Fin del combate y ahí está: la magistral página cenital con Superman magullado siendo transportado en camilla. Adams en su plenitud artística, para quitarse el sombrero.

Es en el segundo acto, la lucha de Muhammad con el contrincante alienígena Hun'Ya, dónde los guiones hacen sobresalir el espíritu indomable del pugil. Ya que, ante una propuesta de esclavitud del emperador Rat-Lar, Alí saca fuerzas de dónde no tiene para vencer.  Mientras tanto Superman, alejado del sol rojo, hacía de las suyas destruyendo la flota de naves espaciales que quieran destruir a los terrícolas.

Por si la emoción fuera poca, se le añade a la mezcla la redención de Hun'Ya y los guardias alienígenas que no responden a las órdenes de su jefe, llamándolo traidor por querer destruir la Tierra incluso cuando se había ganado en combate el derecho a sobrevivir. Una llamada a la desobediencia civil que tiene sus paralelismos con la que hizo Alí en sus tiempos al no querer alistarse para luchar en Vietnam. En palabras del propio boxeador en el cómic "Si la gente respetara la regla del juego limpio, mi pueblo, y todos los pueblos, serían tratados con más justicia en todo el mundo". Ahí es nada.


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